jueves, 15 de diciembre de 2016


SARA y el VIENTO


Llegas a una edad que ya te haya dado la oportunidad de haber sufrido lo suficiente. A veces la vida te ha dado tantas oportunidades de sufrir que te preguntas por qué se ensaña contigo. Además puede empezar muy tempranito a darte duro. Y nada es casual.

Creo que ya aprendí la lección. Y hoy comparto contigo mis “apuntes” de vida, en lo que he llamado SARA y el VIENTO.

Sorprende la vida cuando la rutina es asaltada por una noticia dura y desagradable
Angustia el hecho de que desde ese segundo tu vida ha cambiado para siempre desde ese preciso instante en que se acaba de dar la vuelta
Rechazo el hecho por que es  inaceptable para mi aferrado como estoy a una vida que acaba de cambiar de forma irreversible
Acepto ,usando mi lógica, que lo que ha sido ha sido, que acabo de perder algo que apreciaba. Pero por más que mi razón lo acepte no lo hace mi alma. Ella tiene otros tiempos. 

En el leguaje masculino, ese que viene heredado y que no son solo palabras, el mundo termina aquí ignorante de que el alma necesita su tiempo. En el mientrastanto, los “chicos no lloran”. Así que no es raro que la historia nos haya llenado de sangre, porque dejarse llevar por el viento era de débiles.

Los tiempos del alma son los del VIENTO:

Vive emocionalmente lo que te está pasando. Cualquiera que sea la emoción que te invada, ira, tristeza, melancolía… ella necesita su espacio para manifestarse y hacer su función biológica. Huir de esa emoción sepultándola es como momificarla. Sabes? Como en una película de terror la momia volverá a manifestarse. 
Las emociones son como las bolsas de Carrefour. Cuando llegas de hacer la compra y dejas las bolsas en la cocina y por el pasillo. Procesas las bolsas, perecedero a la nevera, otras al armario, otras a la despensa… En tanto queden bolsas sin procesar te terminarás tropezando con ellas por el pasillo y te harán tropezar una y otra vez. Las emociones son igual, necesitan manifestarse y que no las niegues. Sean las que sean. Todas tienen un mensaje de valor escondido para ti.

Interésate en tu vivencia de esa emoción sea cual sea. Observa si la niegas, huyes, te culpas a ti o a alguien… Hazlo con compasión hacia ti y hacia los demás. Evita juzgarte por lo que sientes. Lo que quiera que sea está bien y es la fuente de tu aprendizaje. Ilumina tu mente de aprendiz con todos los matices de la emoción y de del dolor.

Escucha y entiende la llamada desesperada de una necesidad que ha dejado de estar cubierta o que quizás nunca lo estuvo. Una necesidad profunda que mueve tantos hilos de tu vida. Cuando llegues, entenderás que cada evento dramático de nuestra vida viene con un pequeño cofre que depositan a nuestros pies lleno de sabiduría sobre nosotros mismos. Sara y el viento contienen la llave. 

Normaliza lo que estás sintiendo. Cuando has entendido la causa última de esa emoción, más allá del hecho que la excitó, estás en condiciones de asumir que esa noticia dura y desagradable llevaba un regalo escondido para ti de sabiduría sobre ti mismo. Además, probablemente miles de personas estén pasando por eso mismo justo ahora. Si abren el tesoro o lo entierran es lo que hace la diferencia.

Traslada al futuro lo que la vida te ha regalado. No es fácil imaginar un futuro cuando el que tenías ya construido y al que estabas tan apegado acaba de difuminarse. En la llave de Sara y el Viento se contiene la fuerza para crear un nuevo futuro desde otro plano de sabiduría propia.

Ordena los aspectos de tu vida para trasladarte a una nueva realidad. Ordena otras emociones que se han podido excitar en el proceso. Todas las cosas en las bolsas del Carrefour necesitan encontrar su sitio. Vuelve al Viento.

El viento lleva su tiempo, y no hay atajos. Nos empastillamos para huir del viento por que duele demasiado. Necesita doler. Hay que disfrutar de ese dolor con una sola luz: no se qué sacaré de esto, pero esto no es para siempre y cuando salga seré más fuerte. Ahora me quedo con mi dolor.

Dolor no es lo mismo que sufrimiento. El dolor es un gran maestro. El sufrimiento es un esclavista. En Sara y el Viento está la llave para liberarte de tus grilletes reduciendo con el tiempo el dolor, la resistencia o ambos a cero.

Sufrimiento= Dolor x resistencia

El Dolor en esta fórmula es la distancia que separa mi mundo como yo quisiera que fuese del mundo como es. Y esto es una gran noticia:
Yo puedo reimaginar cómo quiero que sea el mundo para adaptarlo a la nueva realidad que acaba de surgir  o puedo cambiar mi mundo para adaptarlo al sueño. En los dos casos, hacer el dolor igual a cero está en mi mano. No soy dolor. Solo tengo dolor.

La resistencia es hija directa de dejar las bolsas del carrefour tiradas por la casa de los sucesivos tropezones. Andar cuesta mucho por el pasillo cuando está lleno de bolsas. Cuando te dejas llevar por el viento no hay resistencia. Es el viento el que te mece y te hace avanzar. Algunos le llaman a esto también perdón: A uno mismo, a los demás o a la propia vida. Es el viento quien te arrastra a 


Un mundo donde los caminos se ensanchan y los hombres son libres de verdad

lunes, 28 de noviembre de 2016

HEREDEROS DEL LENGUAJE

No necesitamos un post para aclarar que somos hijos de la historia.
Sin embargo algunas de las derivadas de una frase tan obvia no son inmediatas y, como quiera que no se ven si no te paras a mirarlas, nos hacen perpetuar la herencia que recibimos.
Que los países, los regímenes económicos, las ideologías, la estética, la arquitectura y tantas otras cosas nos vienen dadas no es un secreto para nadie. Todos hemos nacido en un país con una lengua también heredada y aprendida con todo lo que trae. Y lo que trae para nada es “inocente”.

EL LENGUAJE COMO TRANSPORTADOR DE LA REALIDAD 

El lenguaje transporta consigo cómo el hombre se ha relacionado con los otros hombres, con el entorno natural y con su propia percepción de la realidad a lo largo de la historia. 
En un primer nivel, el obvio, podemos decir que el lenguaje transporta la historia para ser transmitida.
En un segundo nivel, para nada obvio, el lenguaje transporta y hace pervivir los esquemas vividos en la historia por nuestros ancestros, aquellos que vivieron nuestro lenguaje antes que nosotros. Ellos a su vez heredaron el esquema de sus padres y éstos de los suyos, que lo tomaron de los suyos… de forma que mediante el lenguaje perpetuamos dinámicas que nacieron hace muchas generaciones y son tan ricas o tan limitadas como rico era el lenguaje. Aquellas generaciones a su vez, modelaron el lenguaje basado en la percepción de su realidad, tan rica o tan limitada como ésta fuese. 
En otras palabras, el lenguaje no solo transmite la realidad ( primer nivel obvio ), el lenguaje configura la realidad. 
Hay una tribu que vivió en los desiertos de norte américa cuyo lenguaje solo describía 3 colores. Los esquimales tienen más de 40 palabras solo para el blanco. Para ellos distinguir cada uno de los estados de la nieve y el hielo era un asunto de supervivencia, por lo que su lenguaje se adaptó para dotarles de herramientas que lo garantizasen. Podríamos considerar que la gama de colores que los lenguajes occidentales ( en la que vivimos ) es completa, y engañarnos a nosotros mismos. Es menos limitada que la de la tribu de indios respecto a los colores, pero el “transportador de realidad” que es el lenguaje sigue siendo una herramienta incompleta. Basta ver que no tenemos palabras para los catálogos de pinturas, y para generarlas en el departamento de pinturas del Leroy les damos un número mirando un catálogo inabarcable de colores, y aun así, catálogo finito.

LA MAQUINA DE SIMPLIFICAR

La capacidad de proceso del cerebro humano es limitada ( ciertamente en unos cerebros más que en otros ).
La naturaleza, generosa como es, nos ha dotado de herramientas de supervivencia muy poderosas para compensar que el cerebro no es capaz de procesar la realidad completa que le rodea, por más que sea obvia y visible. Nuestro cerebro no es capaz de almacenar, procesar y nombrar toda la carta de colores de un catálogo de pinturas aunque la veamos expuesta en una pared.  A un vegetal que se erige del suelo, con grandes raíces hundidas en el suelo, un tronco leñoso duro y con corteza, con algunos metros de altura, con decenas de ramas y cientos de hojas le llamamos árbol. La riqueza de nuestro lenguaje y la sutileza de nuestra percepción, nos permitirá ( o no ) distinguir un roble o una encina de un haya o de un castaño. 

Imagina que hay que talar árboles para calentarnos en invierno. Podríamos:
- Disponer únicamente de la palabra árbol. Probablemente la tala fuese indiscriminada porque solo había árboles. Quizás un nivel avanzado de leñador distinguiría entre “ese” y “ese no”
- Disponer de las palabras roble, encina, haya o castaño, pero si embargo no ser capaces de distinguir unos de otros en su cualidades relevantes para calentarnos sino solo por su aspecto físico, o quizás ni eso.
- Disponer de la totalidad de las palabras y además conocer las características de cada uno de ellos: dureza al corte, capacidad para generar calor y velocidad de secado de la madera. Ciertamente esta percepción ampliada nos permite un rango de acciones más rico y eficiente que las percepciones anteriores si de lo que se trata es de calentarnos en invierno.
- Apreciar, además de lo anterior, cómo las características de cada planta en función de su orientación (N, S, E, O), diámetro del tronco, talla o follaje influyen en las características relevantes para nosotros para generar calor.

El rango de la apreciación de un árbol no se para aquí, y lo podemos extender a su unicidad, trascendencia a nuestra vida, belleza, armonía, capacidad de regenerar dióxido de carbono, intensidad del color de sus hojas, permanencia de la hoja, frutos.. etc. Más amplia sea nuestra percepción de la realidad mayor será nuestra capacidad de relacionarnos con la realidad que llamábamos árbol y por tanto nuestro rango de opciones de elección y acción será mayor. 

Podemos llegar a un análisis de características muy profundo de un solo ejemplar. Parece claro que si estamos ante un conjunto de árboles, cada uno de ellos tan densos en apreciaciones como lo descrito, nuestro cerebro sea incapaz de procesar una realidad tan compleja, y acuda al lenguaje para que le eche una mano. El lenguaje le regalará una etiqueta para esa realidad: “bosque”. Esa palabra es solo una simplificación de la realidad que quiere contener a la realidad completa pero se deja por el matiz infinitos matices para darnos una idea procesable por nuestro cerebro.

Las etiquetas son las hijas necesarias del mecanismo biológico de simplificación y han dado forma muy marcada a nuestro lenguaje. Blanco, negro, chicano, zipayo, lolailo, maricón, facha, rojo, alemán, yanki, español o catalán… Y eso es lo que perpetuamos. “Ellos” frente a “nosotros” es una de las fuentes de etiquetado de división.

Mi percepción de la realidad está limitada por mi capacidad biológica de procesar información, y por lo parecidos que sean mi percepción de la realidad (mapa)  con la realidad (territorio). Cuanto más detallado sea el  mapa, más enriquecido será mi lenguaje porque la transmisión de la realidad necesita del lenguaje para describirla. 

LA HERENCIA QUE TOMAMOS Y LA QUE QUEREMOS DEJAR

A la capacidad para discernir la realidad de una manera amplia, aunque siempre inabarcable,  se le llama sabiduría. En nuestro ejemplo del bosque, si desarrollamos la capacidad de ver muchos árboles en la singularidad de cada uno de ellos, y además verlos en su relación con los demás,  mayor será la sabiduría. Por tanto la sabiduría no es binaria, la del si o no, es más bien analógica.

Los occidentales no  tenemos palabras para describir los distintos estados de atención y situación de la mente. Los monjes budistas en lenguaje Pale, tienen muchas palabras para describirlos. Esos meditadores son hijos de 2500 años de matices para los que hicieron de las palabras sus herramientas para transmitir. 

La historia nos ha demostrado el lado oscuro de las palabras: transportan realidades pasadas a nuestro momento y perpetúan aspectos del pasado.

Dice Rosenberg, el padre de la comunicación no violenta, que el leguaje transporta consigo el afán por el dominio sobre los hombres y sobre las cosas. Y dado que el leguaje lo transporta y lo aprendemos tan tempranito, lo hacemos realidad de manera inconsciente. 

El lenguaje y su riqueza es por tanto algo que nos es trasladado por nuestros padres y algo que trasladaremos a nuestros sucesores. Tenemos por tanto dos opciones de afrontar el futuro: transmitir el leguaje que nos fue dado y la percepción limitada de la realidad que arrastra o podemos, por el contrario, tomar una actitud vital de disección del leguaje que nos enseñaron y de todas las simplificaciones lacerantes que esconde.

Este post no va de leguaje aunque lo parezca. Va mas bien de cartografiar la realidad a un detalle más rico.
Es también una llamada a tomar una postura vital, ahora y conmigo mismo, de cambiarme ( a mi en primera persona y solo a mi). 
Es también una llamada de vuestros hijos, nietos, bisnietos y todas las generaciones que han de venir. Su llamada es   a  romper la inercia heredada y recibir una herencia rica de matices, y con una carta de colores todo lo amplia que sepamos procesar.  

El género humano nunca estuvo tan educado y preparado como lo está ahora. Tampoco nunca antes contó con  medios de comunicación tan horizontales ajenos a las direcciones del poder  en cada momento. Este post es un ejemplo.

Cambiar el mundo llevará algunas generaciones. Empieza ahora en ti y en mi, con el cambio de tu quieras dar ahora, y del que tu solo eres dueño y beneficiario. Pero como dueño de la herencia que darás eres dueño del futuro. Y ante esa responsabilidad no cabe esconderse.

Un futuro donde los caminos se ensanchen y los hombres sean libres de verdad


Jose 28 noviembre 2016